lunes, 10 de diciembre de 2012


'Estudio en escarlata & El signo de los cuatro', la moda Sherlock llega a las viñetas



El signo de los cuatro
Guy Ritchie, Robert Downey Jr. y Jude Law fueron, sin quererlo (o más que probablemente, queriendo) los que, hace ya casi cuatro años, reiniciaron la fiebre por Sherlock Holmes. Su cinta, una genialidad llena de ritmo y humor, traía de nuevo al interés del público general al inmortal personaje de Conan Doyle. Y eso era sólo el principio ya que, a la inevitable (e inferior) secuela, seguiría la aparición de la que, sin lugar a dudas, es la mejor adaptación que se haya hecho del detective: ‘Sherlock’, la serie para televisión de la BBC producida por Steven Moffat y Mark Gatis. Con ‘Elementary’, la muy olvidable producción televisiva americana con Lucy Liu en el rol de Watson (sic), como lo último en llegar en el terreno audiovisual, sólo era cuestión de tiempo que el noveno arte reflejara el gusto popular. Y es así como nos encontramos con estas correctas adaptaciones de ‘Estudio en escarlata‘ y ‘El signo de los cuatro‘.
Como guionista del proyecto encontramos a alguien a quién no le es ajeno tratar con el inquilino del 221b de Baker Street. Edginton, que ya había usado a Sherlock Holmes en Victorian Undead, demostrando en esta extraña mezcla del detective con zombis un conocimiento íntimo del personaje, concreta con los dos volúmenes que hoy nos ocupan un trabajo esmerado conservando, siempre que el ritmo de la historia lo requiere, diálogos extraídos directamente de las páginas originales para, por un lado, acallar así las voces de los inevitables (y molestos) puristas sin, por el otro, restar efectividad al traspaso a viñetas.
Estudio en escarlata
En ese sentido, poco se le puede reprochar tanto a ‘Estudio en escarlata’ como a ‘El signo de los cuatro’: ambos se posicionan como el perfectos manuales de adaptación de una novela, sea esta de la longitud que sea, conservando todo lo que se puede del material de partida y teniendo muy claras las diferentes necesidades que las dos disciplinas artísticas (literatura y cómic) requieren.
Con tan preclara actitud, Edginton consigue algo que a los lectores de siempre del personaje debería sorprendernos tanto o más que el hecho de que Benedict Cumberbatch haya resultado ser mucho mejor Sherlock de lo que lo fue nunca Basil Rathbone: el que una relectura de dos de los títulos por antonomasia del personaje sea capaz de revelarnos nuevos enfoques sobre algo que creíamos ya inamovible. A ello ayuda también el cartoonesco dibujo de Culbard que, con su simplicidad, hace aún más efectivas las virtudes de estas adaptaciones.

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