jueves, 6 de diciembre de 2012


'The walking dead 3ª temporada', unos muertos más vivos que nunca


The walking dead s.03
Con la mid-season recién terminada y la tensión a flor de piel nos proponemos dar repaso, ahora que las visceras aún manchan nuestras moquetas, a lo que los ocho primeros episodios de la tercera temporada de ‘The walking dead‘ han dado de sí. Una temporada que ya se alza por méritos propios como la mejor de lo emitido hasta ahora por AMC y que, si sigue a este nivel, se situará como lo mejorcito de la caja tonta junto a las magistrales ‘Homeland‘ y ‘Dexter‘, demostrando que este último trimestre del año ha sido más que decepcionante en lo que a nuevas series respecta.

‘The walking dead’ temporadas 1 & 2 o la insoportable levedad del zombi

The walking dead. El grupo
Un piloto brillante que no podía ser menos viniendo firmado por el gran Frank Darabont daba paso a una mini temporada de seis episodios que, al menos en lo que respecta a los lectores de la serie de Robert Kirkman, nos dejaba gélidos: con poca (los detalles y referencias sueltas no hacían sino evidenciar sus carencias) o ninguna relación en su desarrollo con el primer y brillante año de existencia de su alternativa aviñetada, la primera temporada de ‘The walking dead’ terminaba su breve andadura dejando muchísimas y poco amorosas declaraciones de miles de fans a los que había defraudado(por utilizar un término suave).
El problema, que Kirkman personalizó rápidamente en la figura del realizador de ‘Cadena perpetua’, era que en el afán por alejarse de lo que discurría en las páginas del comic-book el formato televisivo había terminado por perder el norte, y todo ese final en el CDC era una patochada de padre y señor mío que no llevaba a ningún lado. Desgraciadamente, las cosas no iban a ponerse mejor de cara a una segunda temporada sobre la que Kirkman había afirmado que, aprendida la lección, todo iba a ser mucho mejor. ¡Ni de lejos!
En lugar de corregir sus evidentes errores, mejoraron y ampliaron sus más graves defectos. Así, tras un más que correcto arranque con el capítulo en la autopista, la segunda temporada discurría por horrendos senderos, situaciones que no llevaban a nada, diálogos interminable que aportaban más bien poco, la eterna búsqueda de la dichosa niñita (que todos sabíamos como terminaría) y una última y adrenalínica traca final que sabía a poco después de habernos tragado doce horas de naderías encima de más naderías.

El efecto Kirkman

The walking dead. Michonne
Si hay algo que ha caracterizado a Robert Kirkman y sus ‘Walking dead’ es el poco mimo con el que el escritor trata a sus personajes y, por ende, a los sufridos seguidores que, mes a mes, ya llevamos casi nueve años siguiendo las andanzas de Rick y compañía. De hecho, a la inevitable petición de “recomiéndame una serie” y la afirmación de “lee ‘Los muertos vivientes’” siempre sigue la ominosa advertencia de “pero no te encariñes con ni un sólo personaje“. Una advertencia que, si bien en los cómics tiene toda la razón de ser (y si no, preparáos los que seguís la edición española ante lo que se os viene encima en el número 100 americano), en la serie carecía de entidad.
Así, salvo el cantado deceso de la hermana de Andrea en la primera temporada (y la desaparición de Merrill) y las de Sophia y Shane en la segunda (la primera lamentable, la segunda respondiendo de forma directa a las necesidades de la historia y reflejando lo que ya el cómic había incluido años ha) no había habido hasta la fecha ningún fallecimiento en la traslación a la caja tonta que hubiera tenido la más mínima resonancia.
Pero las últimas secuencias del episodio decimotercero de la segunda temporada apuntaban a que todo iba a cambiar: en la lejanía del último plano, y casi a oscuras, se adivinaba la cárcel, el principal protagonista del tercer año de la trayectoria en los cómics y el lugar en el que acaecían algunas de las desapariciones más brutales que se han visto en ‘The walking dead’.

‘The walking dead 3ª temporada’, enter The Governor

The walking dead. El gobernador
Si se le pregunta a cualquier lector de ‘The walking dead’ cual ha sido su personaje más odiado/querido de la serie, es muy probable que muchos respondan que a tal dualidad sólo hay uno que encaje a la perfección: el Gobernador. Presentado primero como una figura afable dispuesta a ayudar al sufrido grupo encabezado por Rick, el personaje no tardaría en mostrar su verdadero rostro, el de un maníaco asesino dispuesto a hacer lo que haga falta por mantener su status quo. Es comprensible pues que, cuando se anunció que la tercera temporada iba a contar con la presencia de tan potente villano, los fans comenzáramos a no poder contener ciertos fluidos.
Llegado el momento de su presentación, el Gobernador, encarnado por un muy correcto David Morrisey (que vale, sigue con la misma cara de palo que en ‘Instinto básico 2’, pero aquí funciona) es una muy ajustada traslación a celuloide de su contrapartida en viñetas. Salvando las obvias diferencias entre uno y otro medio, desde el momento que aparece en escena, sabes que algo “maligno” (léase con la voz del Dr.Maligno de ‘Austin Powers’) se trae entre manos. Además, el hecho de que Andrea termine rindiéndose a sus brazos y que Michonne, la otra esperadísima incorporación de la temporada, quiera acabar con él desde el primer minuto no hace sino acrecentar su grandeza.
Estableciéndose pues en dos frentes, los ocho capítulos de esta mid-season han discurrido por un lado en la cárcel y por otro en la aparentemente bucólica ciudad controlada con férreo guante de acero por un Gobernador que, en el último episodio ha mostrado ya su peor rostro, el del animal enjaulado que matará a lo que se interponga en su camino.

Rick pierde los papeles

The walking dead. Rick
Pero el momento que se lleva la palma de esta primera mitad (aunque no sea mitad aritmética) ha sido el que ha envuelto al protagonista principal de la serie, un Rick Grames que ha sufrido más de lo que hasta ahora habíamos visto. Los que seguimos la serie de cómics (lo sé, estoy muy pesado con la muletilla de marras; es la última vez, promised) sabíamos que el tercer año había sido el más duro que nuestro héroe había tenido que vivir con diferencia. Lo que no podíamos esperar es que, en la reestructuración de los acontecimientos a la hora del traslado al guión televisivo, las cosas iban a funcionar tan sumamente bien.
(Desde aquí, spoilers a mansalva) Lori moría con su hija en brazos de la forma más salvaje posible. Y lo hacía delante de unos Rick y Carl que veían impotentes como la mujer más querida de sus vidas se iba para siempre. Pero todo esto ocurría cuando el grupo se veía obligado a dejar la cárcel, y no al poco de llegar a ella. Con un embarazo demasiado complicado, asistíamos en el quinto episodio al parto de la hija de Rick y a la muerte de Lori desangrada por el alumbramiento. Y a partir de ahí, todo se resquebrejaba. Los guionistas, hábiles como ellos sólos, hacen que Rick pierda los papeles literalmente, adelantando el brillante recurso del teléfono y dejando claro que, a partir de ahora, aquí no hay ninguna vaca sagrada. (Fin de spoilers)
Quizás, como dice un amigo mío, esta temporada no sea tan buena como pensamos y todo sea un efecto de lo inanes que fueron las anteriores. Pero quizás, y personalmente me inclino más por esta opción, ‘The walking dead’ haya encontrado por fin su camino; y quizás, tal y como se han quedado las cosas, lo mejor está aún por venir en los cinco capítulos que nos quedan hasta el final de este tercer año. Toca esperar hasta el 9 de febrero. La cuenta atrás se va a hacer muy larga.

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